
Cómo las experiencias benevolentes en la infancia pueden ayudar a reducir el riesgo de depresión, ansiedad e ideación suicida en la etapa adulta, es parte de lo que abordó la académica de nuestra Escuela como encargada de inaugurar el Ciclo de Conferencias “Primeros años, grandes oportunidades: Reflexión y acción”, del Centro de Primera Infancia del TEC de Monterrey junto a la Fundación FEMSA. Una invitación que fue posible gracias al trabajo colaborativo de La Tríada, la alianza interuniversidades que busca trabajar en conjunto investigaciones y estrategias para enfrentar desafíos comunes entre países latinoamericanos.
El cuidado de la primera infancia ha sido definida como una de las líneas de trabajo prioritarias de La Tríada. La alianza de colaboración en áreas de docencia, investigación, creación y transferencia de nuevo conocimiento entre la Universidad Católica, la Universidad de Los Andes de Colombia y el Tecnológico de Monterrey, que busca impulsar un trabajo conjunto en temas cruciales para el desarrollo de la región.
Es en este contexto que la académica de la Escuela de Psicología UC, directora académica del Centro CUIDA, e investigadora asociada de MIDAP, fue invitada a inaugurar el Ciclo de Conferencias “Primeros años, grandes oportunidades: Reflexión y acción”, del Centro de Primera Infancia del TEC de Monterrey junto a a la Fundación FEMSA. Ocasión en la cual la investigadora abordó cómo las experiencias benevolentes en la infancia (BCEs) pueden actuar como factor protector frente a los efectos negativos de las experiencias adversas (ACEs) en la salud mental en la adultez.

Es que si bien existen muchas investigaciones que dan cuenta de la relación entre experiencias adversas y las consecuencias en la salud mental y física, no hay tanto respecto al porqué ocurre esta influencia, ni cuáles son los mecanismos que operan para que una misma experiencia negativa tenga consecuencias muy distintas en una persona u otra.
Al respecto, en su charla «Sembrando Bienestar en la primera infancia: Experiencias benevolentes como protección ante la adversidad», la académica señaló que así como existe un círculo vicioso de repetición del trauma, también podríamos hablar de un círculo virtuoso cuando existen experiencias positivas en la infancia. “Sabemos que es muy probable que personas que han sido víctimas de violencia física en la infancia repitan esos comportamientos de violencia con sus hijos. Y eso la psicología lo sabe desde hace mucho tiempo. De hecho se llama así, repetición intergeneracional de los traumas; porque de no trabajarse con psicoterapia, es muy factible que repitamos, de manera inconsciente, esos mismos patrones. Pero, así como ocurre esto, también muchos autores plantean que el hecho de recordar experiencias positivas, solo el hecho de recordarlas, nos conecta con el sentirnos protegidos, cuidados y acogidos con nuestras emociones. Y existen psicoterapias basadas en todo este paradigma de las experiencias positivas, que en vez de focalizarse en el trauma y en las experiencias negativas, lo hacen en el recuerdo y en la conexión de aquellas experiencias positivas”.
Círculo virtuoso

En su paso por México, la encargada de representar a la UC en temas de primera infancia dentro de La Tríada, señaló que así como es importante medir las experiencias adversas, con el fin de generar medidas preventivas para proteger la infancia; también es importante seguir desarrollando evidencia respecto a la relevancia de las experiencias benevolentes tempranas como factor protector. “Es así que hace unos 20 años atrás se creó el primer instrumento para medirlas. Y, al igual como ocurre con las experiencias adversas, éstas también tienen un efecto sumatorio. Es decir, más experiencias positivas va a generar un mayor bienestar”.
Para ilustrar esto, la académica expuso los resultados que arrojó la Primera Encuesta Nacional de Abuso Sexual y Adversidades en la Niñez en Chile, realizada por el Centro CUIDA UC junto a Fundación para la Confianza. Investigación que consideró una muestra de 2.101 casos, de población de 18 a 65 años, de 13 regiones del país (se excluyó Tarapacá, Aysén y Magallanes). “En primera instancia, en este estudio queríamos comprender cuál era la relación entre las experiencias adversas y los problemas de salud mental, porque si bien hay mucha evidencia al respecto en Estados Unidos y en países europeos, no es lo mismo en América Latina. Y lo primero que encontramos en esta investigación es que existe una alta prevalencia de experiencias adversas tempranas en nuestro país. Si en la mayoría de los estudios, por ejemplo en el de Felitti, uno de los más famosos, un 6,77% de los participantes tuvo cuatrro o más experiencias adversas, en Chile esto sube a un 38,5%. Esto es importante, porque se estima que al tener cuatro o más de estas experiencias, aumentan mucho las probabilidades de tener problemas, no solo de salud mental, sino que también física”.
Y, aunque este panorama es preocupante, la buena noticia es que la mayoría de las personas también presentó muchas experiencias benevolentes. De hecho, ante la pregunta de si hubo al menos un cuidador con quien se sintieron seguros en su niñez, un 94% de las personas dijo que sí. Un porcentaje muy superior a los resultados mostrados en estudios de similares características en China y en Reino Unido. “Tenemos puntajes altísimos en experiencias benevolentes. Es cierto que tenemos una carga traumática importante, pero también un amortiguador, que son estas experiencias tempranas de sentirse cuidados y protegidos, tanto al interior de la familia como en la escuela y en la comunidad. Por eso, quisimos enriquecer esta primera publicación que hicimos con las experiencias adversas tempranas y los problemas de salud mental, abordando cómo las experiencias positivas podrían actuar como moderadoras”, explicó.
¿Cuál fue el resultado? Las experiencias benevolentes mostraron ser un gran factor protector en tres de las problemáticas de salud mental que más preocupan en la actualidad. La primera es la depresión, donde se dio cuenta que las experiencias benevolentes disminuirían en un 19% la probabilidad de presentar depresión en comparación con aquellas personas con bajas experiencias benevolentes. Asimismo, un alto nivel de experiencias benevolentes disminuiría en un 14% la ideación suicida y, en lo que se refiere a la ansiedad, habría una reducción de un 11%.

“Si bien en otros trastornos no aparece como un factor protector claro, sí en los tres que son considerados de los más graves. Por otro lado, medimos otra variable, que es la conducta prosocial, Habilidades interpersonales, el interés y empatía genuina por el otro, la confianza en los demás, la participación social y la cohesión social. Variables que la psicología no ha mirado mucho, porque pertenecen más al ámbito sociológico, pero que claramente pueden ser un factor protector”, dijo Santelices. Y los resultados fueron similares, las experiencias benevolentes se correlacionan positivamente con la conducta prosocial. A mayor puntaje en las experiencias positivas de infancia, habría una mayor conducta prosocial, mientras que con las experiencias adversas ocurre lo contrario. Se relacionan, pero de manera negativa.
Finalmente, un aspecto en el que la experta hizo un particular hincapié es que América Latina presenta realidades socioculturales particulares y diferentes a lo que ocurre en países en los que se hace más investigación en la materia. Por ello, destacó el rol de La Tríada y la importancia de hacer más investigación local. “Sabemos, como les decía, que las experiencias benevolentes de infancia son muy frecuentes en nuestro contexto latinoamericano. Y eso tiene que ver con nuestra cultura más colectivista, con vínculos afectivos más profundos y con más intimidad social. Eso debería ser considerado como un promotor de resiliencia y tomarlo como una variable importante al momento de hacer prevención y tratamientos. Y, aunque éste es un campo que aún no se ha estudiado mucho y es más preventivo, al comprenderlo podremos diseñar intervenciones que ayuden específicamente a promover las experiencias benevolentes y a prevenir las experiencias adversas tempranas, de manera de promover una mejor sociedad, con un mayor bienestar y una mejor salud mental y calidad de vida”, finalizó.
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Texto: Andrea Fuentes Uribe, Comunicaciones Psicología UC
Fotos: TEC de Monterrey
Fecha: 24-04-2025