¿Afectan las pantallas al aprendizaje y el desarrollo en la infancia?
Son como un imán, capturan nuestro interés como si nos hipnotizaran. Son las pantallas de celulares, tv, computadores y tablets. Se supone que los adultos podemos controlar o dosificar su uso -aunque a veces también nos volvemos adictos a ellas- puesto que nuestro cerebro ya está desarrollado. Sin embargo, ¿qué sucede cuando ese órgano está […]

Son como un imán, capturan nuestro interés como si nos hipnotizaran. Son las pantallas de celulares, tv, computadores y tablets. Se supone que los adultos podemos controlar o dosificar su uso -aunque a veces también nos volvemos adictos a ellas- puesto que nuestro cerebro ya está desarrollado. Sin embargo, ¿qué sucede cuando ese órgano está aún en formación como es el caso de niños, niñas y adolescentes? ¿Cómo impacta su desarrollo físico, emocional y cognitivo? Si bien no hay una sola respuesta, pareciera que el tiempo y la calidad de los contenidos, así como el acompañamiento y guía por parte de los padres o tutores, son la clave.
¿A quién le extraña ver un niño o adolescente “pegado” a una pantalla? Si bien es un fenómeno que se aceleró por la pandemia de COVID-19, el uso cotidiano de distintos dispositivos digitales por parte de los menores alcanza actualmente niveles insospechados. A pesar de una creciente preocupación parental y la existencia de diversas recomendaciones, la evidencia sugiere una brecha considerable en la implementación de hábitos digitales saludables.
Según los especialistas, se ha normalizado la “inmersión digital” cada vez más temprana, así como los tiempos de exposición que superan por mucho los límites aconsejados. Y si bien los más pequeños suelen sumergirse en el mundo digital ligado al entretenimiento y también a la educación, el acompañamiento y guía de los padres o cuidadores es fundamental. Los riesgos en línea, como el contacto con extraños y la exposición a material inadecuado –especialmente en adolescentes- solo han ido en aumento. Una encuesta del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) de 2023, muestra que el 64% de los tutores están preocupados de que los menores estén expuestos a contenidos inapropiados para su etapa de desarrollo y el 57%, por la cantidad de horas que pasan consumiendo contenido digital.
Precisamente, “la observación de un excesivo uso de pantallas por parte de los niños con tablets o celulares desde muy temprana edad, como también por las discusiones al respecto en los colegios”, fue lo que motivó a Tomás Rau, profesor y exdirector del Instituto de Economía, a interesarse académicamente del tema. Interés que encontró acogida en su alumna Florencia Daniel (actual investigadora de Clapes UC), quien buscaba un tema para su tesis de Magíster. Así surgió un estudio que busca estimar el efecto de la exposición a Internet móvil en el desarrollo cognitivo y socioemocional de niños en edad preescolar y escolar en Chile.

¿Cómo medirlo? El académico explica: “Planteé que usáramos como fuente de variación la instalación de antenas de celulares 4 y 5G en Chile en distintas comunas, en el tiempo, con lo cual dimos con una estrategia empírica y comenzamos a trabajar”. En concreto, utilizan un modelo de datos de panel con efectos fijos individuales y temporales, “explotamos la variación geográfica en el despliegue de la instalación de antenas a nivel municipal para identificar un efecto de forma reducida de la exposición a Internet móvil en el desarrollo de los niños”, agrega.
¿El resultado? Los autores encontraron “un impacto positivo significativo en el vocabulario receptivo, pero un efecto negativo en el desarrollo socioemocional de los niños evaluados en la Encuesta Longitudinal de la Primera Infancia (ELPI)”. Tomás Rau añade que “no encontramos efectos heterogéneos por género del niño, orden de nacimiento, nivel educativo de la madre o presencia del padre en el hogar. Sin embargo, existen diferencias estadísticamente significativas entre los menores que viven en zonas urbanas o rurales, ya que sólo estos últimos experimentarían los efectos del acceso a Internet móvil», afirma.
Para el economista “uno de los canales importantes que encontramos detrás del efecto negativo de menores que pasan mucho tiempo frente a las pantallas, es que sus padres los llevan menos horas a jugar a parques o a visitar a amigos. Sospecho que una forma de contrarrestar dichos efectos es incentivando a los padres a retomar las actividades sociales o interacciones con otros niños, para lo cual se requiere un enfoque multidisciplinario”, comenta.
“El uso de pantallas es algo preocupante”
Desde 2019, el Centro Justicia Educacional (CJE) lleva a cabo un estudio longitudinal llamado “Mil primeros días”, que busca “seguir” a 1000 familias de Santiago, primero con el objetivo de describir la calidad de las interacciones y prácticas de los distintos tipos de cuidado y su asociación con el desarrollo infantil, y luego, continuar con el seguimiento de estos niños y niñas hasta su transición a la educación básica.
Como parte de esta investigación, se realizó un análisis etnográfico de diez familias por dos años, “Efectos de las pantallas en niños y niñas menores de 5 años : Orientaciones dirigidas a padres y madres para su uso”. Como cuenta la investigadora del CJE y académica de la Escuela de Psicología, Marigen Narea, “cuando partimos, los niños tenían 1 año y ahora ya tienen 7. En base a lo que fuimos observando, apareció el uso de pantallas como algo preocupante”.

Testimonios como este que está relatado en el documento, de una joven madre y su hija, son frecuentes: «Cuando almuerza, ve ‘monos’ (dibujos animados). No debería, pero a veces no quiere comer, entonces le pongo los monos y ahí ella empieza a comer de lo más bien. Le gusta el perro Chocolo… Aparte con los monos igual aprende, por ejemplo, ‘este es el sonido del perro’, ‘el caballo’, ‘la vaca’. Entonces, ella va repitiendo los sonidos, po’… le ayuda a aprender».
En el documento se destaca cómo la pandemia de COVID-19 provocó un alza de las actividades dentro del hogar, entre ellas, el uso de celular, computador, televisión, tablets y consolas de video juegos; además, frente al cierre de colegios, muchos niños recibieron contenidos pedagógicos y clases vía remota, por lo que las pantallas permitían “dar continuidad a los aprendizajes“.
Pero, tal como cita el texto, ese uso excesivo provocó que la UNICEF planteara, en 2021, su preocupación por el aumento del uso de los dispositivos en la salud física y emocional de los menores. En síntesis, se advertía que ello podía repercutir en síntomas ansiosos, empeoramiento de la calidad del sueño y en la salud física, tanto por sedentarismo como por la asociación con el consumo de comida no saludable frente a las pantallas (mucho antes, en 2016, el Foro Económico Mundial, ya había planteado una inquietud similar).
Como afirma Marigen Narea, “lo importante es más bien lo que deja de hacer el niño cuando ve pantallas, lo que se asocia a resultados negativos; y el tiempo de exposición, el contenido y la mediación que se realice al usar las pantallas”. Asimismo, como afirma junto a Pamela Soto, también investigadora del CJE, en un artículo actualmente en revisión , “la exposición a pantallas en la primera infancia puede afectar el desarrollo socioemocional infantil. Sin embargo, la naturaleza de la asociación y la dirección del efecto no se han estudiado exhaustivamente en la primera infancia”.
La sicóloga explica que ese estudio –para el cual se usó el método de Lista de Verificación del Comportamiento Infantil (CBCL)- consideró a 669 menores chilenos, dos veces durante dos años. “Los hallazgos respaldan la asociación positiva entre el tiempo de exposición a pantallas, y los problemas de internalización y externalización en niños chilenos a los 3 años de edad”.
Desarrollar habilidades para desenvolverse en el mundo digital
“El problema no es la tecnología en sí, sino el uso que se le da a ella”. Así lo afirman Francisco Aboitiz, profesor de la Facultad de Medicina y director del Centro Interdisciplinario de Neurociencia UC, y Florencia Alamos, investigadora de esa misma unidad y del Centro de Bioética UC.
Si bien la evidencia muestra que los efectos son más intensos cuando la exposición a las pantallas es más temprana (menos de 7 años), es probable que las nuevas generaciones vivirán cada vez más inmersas en las pantallas en su vida personal y laboral; probablemente tendrán que desarrollar habilidades especiales para desenvolverse en este mundo.

Los académicos citan un estudio realizado por la University College de Londres (UCL) en Corea del Sur, donde las pantallas están estrechamente incorporadas en el proceso educativo, y se consideran parte de la vida y el aprendizaje. “En el reporte se afirma que los docentes prestan especial atención al propósito de su uso, habiendo una constante supervisión y acompañamiento, no sólo del tiempo de exposición sino de sus contenidos”. Aunque estos resultados requieren ser confirmados por estudios adicionales, sugieren que el uso controlado y dirigido por parte de adultos, puede ser tanto beneficioso para los niños como una potente herramienta educativa.
Según los investigadores UC, el gran problema del uso de pantallas en la sociedad occidental “es el uso indiscriminado y sin supervisión de estos aparatos en niños de poca edad”. Entre los aspectos negativos están el uso de tiempos que podrían usarse en actividades más saludables o creativas; conductas de tipo adictivo hacia las pantallas, y la exposición temprana a redes sociales, con todas las consecuencias que estas implican, como la invasión a la privacidad, el ciberbullying -uso de tecnologías digitales para acosar, intimidar o amenazar a otra persona-, problemas de identidad y la falta de capacidad de tomar decisiones acerca de la vida (lo que se muestra en la controvertida serie “Adolescencia”).
¿Cuál es el efecto que este fenómeno provoca en el desarrollo neuronal? La evidencia es hasta ahora mixta. Hay una serie de estudios que muestran efectos negativos en el desempeño académico, la capacidad de atención sostenida, la impulsividad y en la regulación emocional, e incluso insomnio.
Especialmente relevante es el mecanismo de “captura atencional” que involucran los juegos y las redes sociales. Estos están diseñados para capturar la atención a través de claves que activan los circuitos motivacionales, de maneras similares (pero posiblemente no idénticas) a los mecanismos involucrados en las conductas adictivas.
Para Francisco Aboitiz, hay otros aspectos importantes -poco analizados aún- que tienen que ver con la propia estimulación que ejercen las pantallas en el cerebro; en particular, un fenómeno llamado “entraining” (inducir un patrón oscilatorio en el cerebro a través de la estimulación sensorial). Como explica: “Nuestros cerebros operan en base a oscilaciones de actividad electroquímica (como la que monitoreamos en un electroencefalograma); diversos tipos de oscilaciones se han asociado a distintas funciones cognitivas, pero lo más interesante es que cuando establecemos una comunicación fluida con otras personas, nuestros cerebros sincronizan significativamente sus oscilaciones con las de los otros. De manera similar, cuando vemos una película, nuestros cerebros ajustan sus oscilaciones a la frecuencia de imágenes de la película, de manera que quedamos “enganchados” a ella”.

Y agrega que “al usar estos dispositivos digitales, es muy probable que ocurra algo similar. Cuando el uso del celular es demasiado intenso (digamos, más de 6 horas al día), el cerebro se “setea” en un patrón oscilatorio que no es el natural. Aún no conocemos los efectos de las pantallas a este nivel del funcionamiento cerebral, pero en mi opinión es de la mayor relevancia investigarlo”.
Añade que “nuestros cerebros también oscilan a frecuencias bastante más lentas a lo largo de los minutos y las horas, alternando estados atencionales como focalizarnos en una tarea externa, distraernos repasando nuestro entorno y cambiando el foco de atención, o realizando introspección y sumiéndonos en nuestros pensamientos. Una vez más, el uso continuo de las pantallas afecta este proceso y no sabemos bien las consecuencias que esto tiene”.
“Por ejemplo -continúa el investigador- se ha observado que el uso excesivo de pantallas se asocia a mayor incidencia de TDAH (déficit atencional, cuya sintomatología tiene que ver con un desbalance en estos ciclos atencionales), pero aún no es clara la relación causal entre ambos fenómenos, es decir si el TDAH induce el uso de pantallas o viceversa”.
¿Pueden revertirse los efectos negativos? De acuerdo al académico, “hay evidencia indicando que los efectos negativos de las pantallas pueden ser reversibles, pero dependen mucho del contexto. Un metaanálisis muy reciente, tal vez el más exhaustivo a la fecha, encontró que si bien el tiempo en pantalla se asocia a una menor capacidad lecto-escritora, si el uso de pantallas ocurría en compañía de adultos, este efecto se revertía y se hacía positivo. Nuevamente, el apoyo parental o educacional parece ser un factor clave en el efecto de las pantallas en los niños. Esto implica involucrar esfuerzos significativos, de cuidadores y docentes”.
Comenta que otro estudio muestra que, en estudiantes universitarios en EEUU, “la sensación de bienestar aumentaba cuando dejaban de usar pantallas (redes sociales en particular) por un periodo. Sin embargo, al poco tiempo de terminar el estudio, la gran mayoría recayó en el uso y volvió a sus rutinas anteriores. Todo esto sugiere que existe un margen de reversibilidad de los efectos, aunque aún no sabemos con certeza si este margen tiene límites después del cual podría haber efectos duraderos. Por ejemplo, los casos de adicciones a las pantallas no conllevan los efectos fisiológicos de las adicciones a sustancias, de manera que es probable que su efecto sea menos dañino. Sin embargo, experiencias negativas como el ciber-bullying u otras, podrían tener efectos graves y perdurables en el tiempo”.
Compleja regulación
Los especialistas coinciden en que regular este fenómeno es complejo. Para Francisco Aboitiz “por una parte, está la idea de restringir el tiempo usado en las pantallas, pero hay evidencia de que eso puede no bastar. Un estudio reciente en Inglaterra no pudo encontrar evidencia de que la restricción del uso de celulares en las escuelas tuviese un efecto en el bienestar mental de los alumnos. Las conclusiones son que la restricción en los colegios es posiblemente insuficiente y se requiere un esfuerzo coordinado de las familias y el sistema escolar”.
Comenta que, en casos como el ya mencionado en Corea del Sur “es probable que la calidad de los contenidos que se ven en pantallas sea un factor importante, además del acompañamiento y guía por parte de los adultos. En este sentido, es posible que el uso moderado de pantallas, orientado a los aprendizajes y bajo constante supervisión adulta, puede ser un importante elemento de apoyo en la educación escolar y en la convivencia familiar”.
Respecto a las medidas que deberían adoptar las familias, profesores y/o equipos directivos de establecimientos educacionales, Francisco Aboitiz y Florencia Alamos apuntan a un trabajo integral y coordinado entre familia y escuela. “El uso debe ser regulado en dos aspectos: la restricción del tiempo de uso, y la supervisión y guía por parte de adultos. Respecto al tiempo, basándonos en las recomendaciones de la academia de pediatría de EE.UU. y también la canadiense, recomendamos evitar el uso por completo hasta los dos años; luego, hasta los 5-6 años, máximo una hora al día, acompañado y con contenido de alta calidad. Posteriormente el uso debe ser limitado asegurando que no interfiera con el sueño, ejercicio, lectura, relaciones humanas y juego libre, ya que estos son esenciales para un buen neurodesarrollo”.
Al respecto, Marigen Narea destaca “la necesidad de encontrar un equilibrio” en el uso de dispositivos móviles, enfatizando la importancia de la supervisión familiar y la implementación de medidas institucionales efectiva”. (Más en el artículo “La prohibición del uso de pantallas en los colegios”).
De acuerdo a Tomás Rau, se debería normar el uso de pantallas en los colegios y concientizar a los padres o cuidadores respecto de los potenciales efectos nocivos en el desarrollo socioemocional. “Nadie dice prohibir su uso, pero sí regular las horas y el tipo de aplicaciones”, dice. Agrega que hay evidencia para algunos países sobre el efecto de las pantallas o acceso a internet en el desarrollo infantil. ”Por ejemplo en Perú, el programa “One laptop per child” no produjo efectos significativos en el logro académico ni habilidades cognitivas. En Uruguay, una mayor exposición a acceso a fibra óptica redujo indicadores de desarrollo infantil en áreas de comunicación, resolución de problemas y habilidades sociales. En países de la OCDE hay también evidencia importante: en Inglaterra se estudió el efecto de restringir el uso de celulares en la sala de clases en pruebas estandarizadas y se encontró un aumento en 6,4%, especialmente en alumnos con rendimiento académico bajo. Luego, pareciera que la evidencia apunta a ciertos efectos negativos del uso de pantallas en varios países; sin duda que se requiere más investigación para proveer orientaciones concretas a las políticas públicas en esta materia”.
Actualmente, el economista se encuentra desarrollando un estudio, gracias a un research grant del Banco Interamericano de Desarrollo, sobre el efecto de las pantallas en el desarrollo infantil, para realizar recomendaciones de políticas públicas a nivel regional. “Estoy evaluando empíricamente el efecto de las prohibiciones del uso del celular en los colegios, sobre distintas variables educativas. Utilizo los datos internacionales PISA 2022, que incluyen estudiantes de 15 y 16 años provenientes de 80 países. Siguiendo una sugerencia del psicólogo social Jonathan Haidt (ver recuadro), analicé las escuelas donde no solo existe una prohibición explícita (declarada por sus directores), sino donde los estudiantes también reportan un cumplimiento efectivo (uso diario muy bajo del celular durante las clases). Ellos muestran consistentemente menos ansiedad por revisar sus teléfonos, menor presión para contestar mensajes y menor distracción en clases”.
Respecto a la regulación, cabe señalar que algunas compañías tecnológicas como Meta –en Instagram, Facebook y Messenger- están añadiendo más restricciones a las cuentas de adolescentes como una manera de reforzar la seguridad infantil, limitando contenidos no apropiados y contactos no deseados (por ejemplo, no reciben notificaciones entre las 22 y las 7 hrs., y los padres pueden supervisar los mensajes que reciben). Según se informó en la prensa, estas medidas ya están activas en Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá, y pronto deberían aplicarse en otras latitudes.
En suma, la recomendación de los investigadores es un enfoque transversal que involucre a familias, educadores, científicos y expertos en políticas públicas, para fomentar un uso de la tecnología que potencie el desarrollo y mitigue los riesgos inherentes, asegurando el bienestar integral de las futuras generaciones.
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Texto: Lucy Benett, Comunicaciones UC
Fecha: 22-07-2025