Comunidad EPUC reflexiona sobre los niños y niñas víctimas de la dictadura en segundo conversatorio en torno a Infancia, Literatura y Trauma

En la instancia -organizada por el Diplomado en Trauma y duelo desde una perspectiva subjetiva y relacional, y el Magíster en Psicología Clínica de la EPUC- se abordó lo ocurrido con 34 infantes de menos de 14 años que fueron reportados como ejecutados o detenidos desaparecidos en los informes de la Comisión Rettig y la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación Nacional, a propósito del libro “niños”, de la periodista y escritora chilena María José Ferrada, que recuerda a cada uno y cada una de ellas utilizando la poesía e ilustración.

Hablar de dictaduras siempre es difícil. Y cuando la conversación involucra niños y niñas que fueron víctimas de regímenes totalitarios, es aún peor. Durante la dictadura civil y militar que siguió al Golpe de Estado de 1973 no fueron pocos los infantes menores de 14 años que vivieron en carne propia la persecución, vejaciones, muerte y ejecuciones a manos de agentes de la dictadura.

Es precisamente este horror el que, en forma poética, relata el libro “niños”, de la periodista y escritora chilena María José Ferrada y la ilustradora venezolana María José Valdéz, y que sirvió de base para el Segundo Conversatorio “Infancia, Literatura y Trauma: memorias a 50 años del Golpe Cívico Militar”, organizado por el Diplomado en Trauma y duelo desde una perspectiva subjetiva y relacional y el Magíster en Psicología Clínica de la EPUC

La instancia, que tuvo por objetivo visibilizar la violencia ejercida por el Estado y sus fuerzas tras el quiebre de la democracia y reflexionar sobre lo sucedido a partir de la vida, el asesinato y desaparición de 34 niñas y niños durante este oscuro episodio de la historia chilena, contó con la presencia de la propia autora del libro, además de los profesores de la EPUC Alejandro Reinoso y Germán Morales, directores académicos del Diplomado en Trauma y duelo desde una perspectiva subjetiva y relacional.

“Como Escuela de Psicología de la Universidad Católica y desde el instituto VioDemos creemos que es relevante organizar y participar de estas actividades, cuyos temas son centrales y relevantes para nuestro quehacer y son parte de nuestras convicciones como académicos y académicas, y como ciudadanos y ciudadanas”, dijo la directora de la EPUC, Marcela Cornejo, al dar inicio a la jornada.

“A pocos días de la conmemoración de 50 años del golpe civil y militar, nos preguntamos por la infancia. María José Ferrada se pregunta en su libro: ¿era eso posible? ¿podía haber ocurrido algo semejante? Y nos respondemos con ella: lamentablemente, sí ocurrió algo así de horroroso. El libro nos sumerge en las historias de niños y niñas entre 1 mes y 13 años de edad reconocidos como ejecutados y detenidos desaparecidos por el informes Rettig ”, agregó Marcela Cornejo.

La jornada prosiguió con la lectura de algunos de los 34 poemas presentes en el libro, cada uno con el nombre de un niño o niña víctima de la dictadura, como “Alicia” o “Soledad”. Para la autora de “niños”, instancias de este tipo, donde se combinan disciplinas, resultan muy relevantes a la hora de rescatar la memoria.

“Me parece muy interesante y necesario que desde una disciplina distinta a la literatura, la psicología en este caso,  se pueda alumbrar el aporte que hacen los libros al trabajo con la memoria. Los cruces de discursos siempre resultan iluminadores en ese sentido porque aparecen cosas nuevas”, planteó María José Ferrada.

“La literatura ofrece a los niños, y también a los adultos, un tiempo que no ofrecen otros discursos como el noticioso, por ejemplo. En ese tiempo podemos depositar, en el proceso de lectura, nuestro dolor, nuestra angustia o lo que sea que sintamos a partir del dolor de los demás. Y, lo más importante, identificar a ese ser, parecido a mí, ese yo que sufrió y que reclama una reparación concreta, como la que deben otorgar los tribunales de justicia; pero también simbólica, como puede ofrecer el arte”, agregó la periodista y escritora.

Un libro de poesía para compartir con niños

Para la autora, este es un libro que adultos y niños pueden compartir pese a su desgarrador trasfondo. “Por más que queramos que el niño que tenemos cerca vea sólo lo bello, el niño está en este mundo. Se va a encontrar con lo horroroso, ya sea en las noticias o en la situación en la que están los padres cuando escuchan esas noticias”, planteó. En ese sentido, aseguró que “la poesía es una lupa para el dolor, pero también para la belleza”.

Y aunque el texto ha tenido una recepción positiva por parte de quienes se dedican a la literatura infantil, todavía no es posible verlo en colegios dado el temor a la politización de los pequeños o lo triste de su argumento. “Es un libro que probablemente va a requerir de la compañía de un adulto, porque uno queda con preguntas. El niño va a necesitar conversar con alguien. Probablemente el adulto no va a tener una respuesta al porqué de algo como esto, pero el reconocer esa falta de respuesta le permite al niño comprender que el adulto es un ser humano igual que él”, dijo María José Ferrada.

“El libro tiene una especial bondad: si yo me angustio mucho, lo cierro. El monstruo no sale del libro, voy dosificando mi propia capacidad de sentir dolor o sentir tristeza, entonces es muy generoso de parte de los libros. Ese es mi argumento a favor de la lectura del libro con niños”, enfatizó.

Reflexiones

El profesor de la EPUC, Alejandro Reinoso, sólo tuvo elogios para el libro, los que expresó en una memorable alocución. “Es un libro sobre la memoria y nos trae al territorio de los olvidados… de los olvidados en particular y singular. En particular, 34 niños y niñas menores de 14 años; en singular, uno a uno. Desde Alejandra del Carmen Berríos, ejecutada con 1 mes de vida, José Orlando, Elizabeth y otros con 13 años, cada uno en un poema alusivo evocativo”, dijo el académico.

“Leer y escuchar, dejarse tocar por las palabras y estas ilustraciones, contribuyen a tejer una zona al borde de lo indecible. El libro y sus ilustraciones y frases breves acuñan, inscriben, en un contexto de páginas en blanco. Aquí el blanco es pacífico, minimalista, casi oriental. Son enseñanzas que pueden ayudar a abordar lo más grueso y difícil con pincelazos, trazos, no argumentos ni explicaciones”, agregó.

“La literatura de María José Ferrada permite bordear y anunciar algo en este terreno difícil e indecible, casi infranqueable. Este libro puede ser leído solitariamente o compartido como hoy. No sólo es una lectura, sino que es un tributo y en eso las lecturas colectivas, los cuentacuentos y otras figuras, son agentes de tramitación. La muerte aquí, aparentemente, no se nota, pero está presente”, manifestó.

Por su parte, el profesor Germán Morales agradeció a la autora de “niños” por “hacer visible lo invisible, dar voz e imágenes a esos infantes que ya no están, porque su memoria queda con nosotros”. Asimismo, recordó el caso de un niño golpeado por la fuerzas represivas en el contexto de un trabajo de pregrado de la EPUC en épocas de dictadura.

Más adelante, expuso acerca del rol del arte y la literatura como dispositivos de elaboración de lo traumático, ejemplificándolo con experiencias terapéuticas grupales con adolescentes hijas e hijos de detenidos desaparecidos en Latinoamérica, para luego destacar la obra de María José Ferrada través de viñetas de varias obras además de niños. “Es un libro que nos invita a leerlo, con palabras delicadas, juguetonas y hermosas imágenes», planteó.

Según dijo, esta pieza literaria «nos permite mirar esta realidad, que no debemos olvidar y no dejar que sea sólo una cifra, la vida cegada. Tal como dice Francisco Mouat en su libro Algunos adioses, uno deja de vivir cuando nadie te recuerda. Es el momento exacto de tu muerte definitiva. Hacer memoria es prolongar la vida del recordado”.

Finalmente, la profesora y jefa del programa de Magíster en Psicología Clínica de la EPUC, co-organizador del evento, Claudia Cerfogli, destacó que “el valor de este libro es crear una narrativa, un relato de una experiencia no dicha. Una experiencia dolorosa y traumática para todas esas familias y para todo nuestro pueblo”.

“En cada uno de nosotros hay algo de ese niño que nos remueve, que nos resuena, que nos hace acercarnos y sensibilizarnos. Creo que ese es el camino de las escuelas, de los psicólogos clínicos: ayudar a sensibilizar sobre el dolor. Ese es el camino de nosotros en cada una de nuestras familias, de nuestros entornos”, concluyó.

 

 

 

Texto: Nicolás Pérez Lozano, Comunicaciones Psicología UC.
Fotos: Andrea Fuentes, Comunicaciones Psicología UC.
Fecha: 31/08/2023