El académico de Psicología UC formó parte del encuentro en el que se invitó a reflexionar sobre las consecuencias psíquicas de la dictadura civil y militar. Una jornada para honrar la memoria y dialogar respecto a la enorme deuda humana, social, política y cultural que como sociedad aún tenemos con las víctimas y sus seres queridos.
En el Museo de la Memoria, espacio destinado a dar visibilidad a las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura civil y militar, se desarrolló el «Encuentro conmemorativo Chile y los Psicoanálisis: 50 años del golpe de Estado». La jornada, que buscó dignificar a las víctimas y sus familias, estimulando la reflexión y el debate sobre la importancia del respeto y la tolerancia para que estos hechos nunca más se vuelvan a repetir, analizó las consecuencias del quiebre de la democracia al cumplirse ya medio siglo. “Por primera vez en Chile nos reunimos distintas instituciones psicoanalíticas para poder pensar y reflexionar sobre cómo ha afectado, en términos del impacto psíquico, en el colectivo nacional la ruptura institucional”, señaló el psicoanalista e integrante de Ichpa, Juan Flores, al dar la bienvenida.
La instancia, organizada por La Asociación Psicoanalítica de Santiago (APSAN), la Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA), el Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS), el Colectivo TRENZA, el GRUPO PLUS, NELcf-Santiago, la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH), y la Asociación de Psicoanálisis y Psicoterapia Relacional (APPR Chile), contó con la participación del profesor de la Escuela de Psicología UC, Germán Morales, quien a su vez es miembro de esta última organización.
El investigador, director del Diplomado en Trauma y Duelo, desde una perspectiva subjetiva y relacional de la EPUC, formó parte de la actividad siendo uno de los expositores de la mesa «Subjetividad, trauma y memoria. Contexto y práctica psicoanalítica». Espacio que también tuvo como expositores a Francisco Vásquez (APSAN), Gabriel Rivera (APCH) y Elena Gómez (ILAS).
Durante su intervención, el académico presentó el trabajo titulado “Memoria, Trauma y Fragmentación: la
presencia de la ausencia en la práctica psicoanalítica”, el cual dedicó a la memoria de Alicia Ríos Crocco, estudiante de Psicología UC, víctima de la dictadura. Un trabajo que, de acuerdo al especialista, fue fruto del diálogo y una reflexión colectiva junto a distintos colegas.
Recordando al protagonista de la novela de Ray Loriga, “Tokio ya no nos quiere”, que en un futuro imaginado viaja por el mundo ofreciendo una suerte de droga que promete a sus consumidores olvidar los recuerdos más dolorosos, Germán Morales profundizó en el trauma y desafíos que han generado las atrocidades cometidas por la dictadura, no solo en las víctimas y en sus familiares, también en la sociedad y en quienes han tenido la labor de trabajar estos duelos inconclusos.
“Volviendo a la novela de Loriga, el extravío del protagonista pareciera relacionarse con que si olvidamos aquello que nos constituye o instituye nuestra subjetividad perdemos la calidad de sujetos. Pero, ¿cómo podemos recordar cuando actualmente la idea propugnada es que no debemos quedarnos estancados en el pasado?”, se preguntó el académico. Un discurso negacionista que, desde la mirada del psicoanálisis, donde se pone especial énfasis sobre el rol de las experiencias tempranas en la construcción del psiquismo, es absolutamente irrisorio.
“Y si conseguimos la droga de Loriga, ¿borraremos las huellas de lo traumático? El psicoanálisis nos dice que no parece ser posible, pues el inconsciente irrumpe, perturba de distintos modos. Las violaciones a los derechos humanos se cernieron como una amenaza de muerte, generando miedo no solo en las víctimas, también en el resto de la sociedad. Se nos conminó a no escuchar, a no ver y a olvidar”, señaló el académico, recordando el concepto de trauma psicosocial acuñado por el español Ignacio Martín-Baró.
La travesía de los traumático
“A mí muchas veces me ha costado seguir escuchando el relato traumático de quienes fueron y quiénes siguen siendo mis pacientes, víctimas de violación a los derechos humanos”, confesó el profesor de la EPUC. Y es allí que la memoria social, como parte constitutiva del proceso elaborativo de lo traumático, entendido como un quehacer psíquico, articulador, que permite distinguir entre pasado y presente, y recordar lo que ocurrió a la propia persona y a otras, permite validar el miedo, comprender la disociación y legitimar el sufrimiento.
“Y a veces vamos más allá de lo que los pacientes pueden. Y también a veces estamos apurados por salir de la neblina para nuestro propio alivio. Disfrazamos de respeto por el paciente nuestro miedo a escuchar. Después de todo, alguien puede hablar solo si otro puede escuchar el relato desgarrador de una víctima”, señaló Germán Morales, quien nuevamente puso el acento en lo colectivo. “Es allí donde surge la capacidad de integrar y restaurar la matriz socio-simbólica, que es por definición colectiva. Así en la medida que somos, y no soy, surge la reparación. Solo así se puede restituir la esperanza sin recurrir a ninguna droga que nos haga olvidar, porque solo haciendo memoria, en el Museo de la Memoria, podemos volver a reconocer y a vivir en la diversidad”.
Citando al escritor Mario Benedetti y su célebre frase “el olvido está lleno de memoria”, el académico recordó un proyecto Fondecyt realizado entre el Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos (ILAS) y la Universidad Católica sobre quienes escucharon los testimonios de las víctimas para la elaboración del informe Valech. Proyecto en el que él trabajó junto a Dariela Sharim, Juana Kovalskys y la directora de la Escuela de Psicología UC, Marcela Cornejo, que dio lugar al concepto de cadena de la escucha, a propósito de la ambivalencia de la escucha de la tortura. “Y ahora ustedes forman parte de esa cadena. Una cadena que constituye un lazo, y que de algún modo nos deja encadenados, pues todo es según el dolor con que se mira. Porque, como plantea (Giorgio) Agamben, aludiendo al testigo y al lugar de la palabra, ésta nace de la imposibilidad de la misma. Allí está el testimoniar. No era la luz, pero estaba para dar testimonio de luz. Así podemos pensar en la cadena de la escucha como una cadena de testigos disponibles. Y como decía Carlos Cerda en ‘Una casa vacía’, Si no hay oídos para el dolor, no hay oído verdadero para nada. Todos somos vulnerables a la desgracia, el único consuelo es saber que nuestro lamento será escuchado por un corazón solidario”, finalizó.
Texto: Andrea Fuentes Uribe, Comunicaciones Psicología UC
Fotos: Joanna Galimani (Instagram @fototerapeuticachile)
Fecha: 14-09-2023