Hace algunas semanas apareció un artículo sobre la compleja realidad que viven los adultos mayores en Japón. La pobreza y la soledad se han vuelto tan apremiantes que muchos han optado por cometer delitos con el único propósito de ir a la cárcel. Así, afirmaba la publicación, tenían la posibilidad de hablar con otros o bien sobrevivir, dados sus escasos ingresos.
Si pensamos en las diferencias o similitudes de este ejemplo con la vida de los mayores en Chile, ¿qué tan lejos estamos? Enhorabuena, el tema de los cambios demográficos en Chile, en particular el crecimiento del grupo de conciudadanos de mayor edad, ha sido definido como un área prioritaria para la investigación nacional.
Mientras el Censo 1992 señalaba que en Chile un 6,6% de las personas tenía 65 años y más, el de 2017 reveló que este grupo etario representaba el 16,2% de la población. Este incremento se mantendrá durante las próximas décadas. De hecho, siguiendo el análisis “Proyecciones de Población en Chile 1992-2050”, del Instituto Nacional de Estadísticas, la esperanza de vida tendrá un aumento en ambos sexos, alcanzando a 83,2 años para los hombres y 87,8 años para las mujeres. Esto, asociado a bajas tasas de natalidad, implica que quienes tengan 65 años y más representarán el 25% de la población para el año 2050.
Abordar seriamente esta realidad como sociedad implica salir de la lógica de considerarlos un segmento de la población “dependiente” y, por ende, un peso para las generaciones laboralmente activas. Bajo el prisma de la falta de autonomía, en 1992, por cada 100 personas en edad de trabajar había diez personas de 65 años y más potencialmente dependientes; en tanto, en 2017 su dependencia demográfica había llegado a 17 de cada 100 personas. Sin embargo, esta realidad es solo aparente: las cifras chilenas son elocuentes al mostrar que los adultos mayores presentan una alta tasa de ocupación informal, que en 2017 alcanzó el 43,5%.
Tener una edad avanzada y estar en una condición de vejez no son lo mismo. Entonces, es necesario ofrecer a este grupo de conciudadanos, mayores pero activos, alternativas de inserción laboral acordes con sus capacidades. Esta tarea implica investigación multidisciplinaria e innovación, a fin de disponer de opciones laborales adecuadas y vinculadas con el desarrollo tecnológico actual y futuro. Ello es de relevancia económica y social porque, lamentablemente, la desigualdad de ingresos también se evidencia en este tramo etario: los que pertenecen al decil más rico tienen 12 veces más ingresos que los del decil más pobre.
Contar con espacios de desarrollo laboral y social para este grupo es relevante en términos sociales y económicos, pero también es de máxima importancia en relación con su salud mental y física (ambas por cierto relacionadas). Sentirse útil y productivo es el mejor antídoto para uno de los problemas más graves en la etapa de vejez: la soledad. Según el informe Idea País, el 13% de los adultos mayores vive solo, cifra que aumenta a 19% entre quienes superan los 80 años. Además, el 4% vive en condiciones de aislamiento familiar severo, asociado al abandono.
Numerosos estudios internacionales muestran que la existencia de buenos vínculos sociales —y el apoyo social que estos conllevan— es el más importante factor predictivo de una buena salud física y mental. En este contexto, es comprensible el aumento de problemas psicológicos vinculados al envejecimiento. Cifras de la OMS señalan que más de un 20% de quienes pasan de los 60 años sufre algún problema de salud mental, entre los que la depresión y el suicidio son de la mayor relevancia.
Siendo Chile uno de los países que presentan índices de depresión altos en general, los adultos mayores son un grupo particularmente vulnerable. Los resultados de la encuesta longitudinal ELSOC —realizada por el centro de investigación COES, financiado por Conicyt y cuyo módulo de Salud Mental se realiza en conjunto con el Instituto Milenio MIDAP— muestran que el 8,2% de los hombres y el 12,5% de las mujeres mayores presenta síntomas severos de depresión.
Ello representa un desafío tanto para la investigación como para las políticas públicas chilenas. En el ámbito de la ciencia, el reto es multidisciplinario, involucrando disciplinas tan diversas como la demografía, la medicina y las ciencias sociales, entre estas en particular la economía, sociología y psicología. En términos de políticas públicas, y más allá de temas de salud, el objetivo es garantizar un espacio en nuestra sociedad a este futuro 25% de compatriotas, para que su participación pueda ser un aporte para el conjunto del país, junto con garantizarles una buena calidad de vida.
Psicóloga UC, presidenta del Consejo de Conicyt
Fuente: El Mercurio