Los académicos de nuestra Escuela, Claudia Araya, Dariela Sharim y Alejandro Reinoso, analizan lo que sucede con quienes teniendo síntomas o sabiéndose contagiados, desconocen los cuidados exponiendo a otros a enfermarse. Falta de empatía, de respeto y consideración hacia los otros, la irracionalidad misma de quién asegura su inmunidad contra viento y marea, es parte de lo que mencionan en esta columna publicada en La Tercera.
Los momentos de crisis, como el que vivimos, no generan nada nuevo; el quiebre de la normalidad deja al descubierto y exacerba lo que estaba ahí y no queríamos ver.
En los innumerables relatos sobre chilenos y chilenas indolentes y negadores del riesgo y de su vulnerabilidad, vemos también una preocupante falta de consideración o de noción del otro. No hablamos de quienes se exponen al contagio por la fuerza de la necesidad de supervivencia. Hablamos de quienes, teniendo síntomas o sabiéndose contagiados, desconocen los cuidados exponiendo a otros a enfermarse. Esto no solo da cuenta de una negación de la propia vulnerabilidad y de la muerte, sino también nos está diciendo sobre la falta de empatía, de respeto y consideración hacia los otros, funcionamiento que se ha hecho “normal” en un Chile en el cual, cada vez más, se considera al otro como un impedimento o un estorbo para la propia libertad.
El aumento en las cifras de contagio y muerte a las cuales nos venimos enfrentando los últimos días, nos tienen sumergidos en un torbellino. Lo impredecible, el temor a enfermar y morir son muy difíciles de afrontar. Creíamos que los avances tecnológicos, los estándares de higiene en que vivíamos, nos mantenían protegidos de una pandemia. Creíamos que ante la adversidad nuestra sociedad respondería con alturas de miras. Sin embargo, hemos visto abusos de poder, gente cometiendo actos de crueldad y de codicia en medio de la tragedia. Ante esta amenaza, ante el temor a la pérdida, hay quienes no quieren ni soportan perder, lo que se manifiesta a través de diversos tipos de transgresiones. Más radicalmente, también están quienes han especulado sin escrúpulos con artículos de primera necesidad y que, incluso, han buscado aumentar sus ganancias en estos momentos de pérdidas, tratando al otro como un objeto. No es solo indolencia, esta posición es la del canalla.
También las decisiones en políticas públicas están confrontadas a esta pérdida que pone al sujeto en jaque y que se representa en el refrán medieval ante el asalto “¿o la bolsa o la vida?”, entre la economía y la salud. Dilema irreconciliable, pues al tratar de no perder hay pérdida igual. La desmentida de la pérdida empuja al acto irreflexivo. Introducir y subrayar elementos singulares de nuestras pérdidas en la escucha, empieza a enmarcar y sembrar palabras para nombrar el inmenso duelo que se nos embarga.
Las autoridades, los periodistas y muchos chilenos hemos pecado de ingenuos e ilusos. Esperábamos conductas racionales y solidarias, sin embargo, al igual que en las guerras y otras crisis, lo que ha prevalecido es la irracionalidad de quién asegura su inmunidad contra viento y marea, desafiando nada menos que a la realidad. Volviéndose así, esperamos de manera temporal, unos enajenados que van de la negación a la canallada.
Claudia Araya, Dariela Sharim, Alejandro Reinoso
Académicos Área Clínica, Escuela de Psicología UC
Fuente: LaTercera.com
Imagen de Silviu Costin Iancu en Pixabay