Recientemente el Ministerio de Desarrollo Social junto al Instituto Nacional de la Juventud dieron a conocer algunos resultados de la 9na Encuesta Nacional de Juventud[1], que se realiza cada tres años. Los resultados muestran que un 25,2% de los jóvenes reporta haber sufrido alguna vez, durante su vida, una situación de violencia física o psicológica en su lugar de estudio. Esta cifra es claramente alarmante: uno de cada cuatro estudiantes ha sufrido experiencias de acoso. Nadie debiera experimentar violencia.
Ahora bien, en la 1era Encuesta Nacional de Violencia en el Ámbito Escolar aplicada el año 2005, frente a la pregunta ‘Durante el año 2005, ¿alguien del establecimiento te ha agredido?’, un 44,7% de los estudiantes respondió afirmativamente (www.cead.spd.gov.cl). Si bien estas encuestas son diferentes en diversos aspectos (rango etario, formulación de la pregunta, procedimiento de aplicación), permiten suponer que la experiencia de victimización ha disminuido. Esto, lejos de tranquilizarnos y contentarnos como sociedad, debe orientar nuestra comprensión de aquellos factores que permitirían explicar estos cambios, para lo cual la literatura científica nacional e internacional entrega bastante luces.
El informe también destaca la prevalencia de acoso cibernético, alcanzando un 21,1% durante el último año. El acoso cibernético (o ciberbullying) es un fenómeno relativamente nuevo, y aún existe poca investigación y evidencia al respecto. Los estudios internacionales muestran una importante superposición en los actores (agresores y víctimas) entre el acoso en situaciones presenciales y en espacios virtuales. Sin embargo, las implicancias que puede tener este tipo de experiencias no son claras, y en este sentido contar con datos nacionales es un importante aporte para orientar estrategias de trabajo y políticas públicas.
Cabe destacar que se evidencian diferencias de género, con el 24,4% de las mujeres reportando experiencias de acoso cibernético en comparación a un 17,9% de los hombres. Por el contrario, un 9,2% de los hombres reporta haber ejercido ciberbullying, versus un 6,3% de las mujeres. Estos datos hacen suponer en primer lugar que existe un importante porcentaje de acoso de hombres a mujeres, reproduciendo las dinámicas de abuso existentes en el contexto de una sociedad inequitativa en términos de género. Por otra parte, también muestra la reproducción de los estereotipos de género tradicionales, asociando a la mujer a la experiencia de victimización, y al hombre a un rol de agresor. Nuevamente, estos datos no parecen diferir de datos internacionales; por ejemplo, ONU Mujeres reporta que un 35% de las mujeres en el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual de parte de un compañero sentimental u otra persona (www.unwomen.org).
Finalmente, el informe entregado por el Ministerio de Desarrollo Social, luego de plantear estas cifras sobre violencia y ciberacoso, presenta datos sobre salud mental, y en específico sobre suicidio. Parece peligroso relacionar directamente ciberacoso y suicidio. Si bien la evidencia muestra que el acoso es un factor predictor de suicidio, este es un fenómeno complejo y multicausal. Probablemente, los mismos factores que explican la prevalencia de acoso (tanto presencial como virtual) expliquen los problemas de salud mental entre los jóvenes, en vez de ser uno causa de los otros. Entre estos factores se cuentan las dinámicas de prejuicio y discriminación de género, etnia, orientación sexual, entre otros; la inequidad presente en el sistema educacional; la baja oferta de espacios de desarrollo juvenil, como espacios culturales, instalaciones deportivas, y espacios de organización ciudadana.
Llama la atención la selección de estos indicadores (acoso y suicidio) para presentar la encuesta, considerando que esta encuesta presenta una gran riqueza de indicadores de participación, organización, ciudadanía, entre otros (estos datos aún no han sido publicados). Más aún, dicha presentación de manera implícita responsabiliza a jóvenes que han ejercido violencia, al plantear que “…como sociedad tenemos que reaccionar rápido para quitarle esta arma de las manos a aquellos que hoy día, haciendo bullying, haciendo acoso, ponen en riesgo la vida de todos nuestros jóvenes». Concuerdo en la necesidad de detener cualquier instancia de acoso. Sin embargo, son las condiciones contextuales las que hacen posible que existan y se perpetúen dinámicas de acoso en las distintas esferas de nuestra sociedad, siendo los jóvenes meros reproductores de las mismas. Como sociedad debemos hacernos cargo de modificar dichas condiciones y generar contextos saludables y nutritivos para el desarrollo; en otras palabras, debemos evitar entregarle esta arma a los jóvenes, más que quitársela… Si este es el escenario, es que hemos fallado mucho antes.
Profesor Asociado, Escuela de Psicología
Pontificia Universidad Católica de Chile
[1] https://www.gob.cl/noticias/injuv-entrego-los-resultados-de-la-encuesta-nacional-de-la-juventud-sobre-salud-mental-en-la-poblacion-joven/