Puso en una maleta todas sus cosas y la añoranza de reencontrase con su madre y hermanos. Luego de haber vivido siempre en Haití, Kimberly Bourdeau se subió a un avión que la llevaría a Chile, un país del que sabía poco, más que nada lo que su familia lograba transmitir en sus conversaciones a la distancia. Hoy, pese a todas las dificultades, encontró un lugar en el que quiere echar raíces y ayudar a otros jóvenes foráneos en el proceso de adaptación. Para ello, lidera la Red de Alumnos/as Extranjeros/as (RAE), un espacio para quienes encontraron en Chile y en la UC, un segundo hogar.
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Kimberly Bourdeau es una joven alegre y carismática, que llegó a este país buscando mejores oportunidades sin saber que traería momentos felices, pero también otros amargos, junto con alcanzar los logros personales que jamás imaginó.
Su madre viajó primero y preparó el camino para ‘Kim’, quien luego de más de seis años sin verla a ella y a su hermano pequeño, se reencontró con su familia en 2019, hogar que había crecido en número, ya que nació una hermana menor en este país.
En Chile, el primer gran desafío fue romper la barrera del idioma. Kim hablaba creole y francés, pero sabía muy poco español. Con mucho miedo, pero también mucha perseverancia, la joven egresó de enseñanza media del Liceo Valle Hermoso de Peñalolén, establecimiento técnico profesional que le permitió obtener el título técnico de administración de empresas con mención en Recursos Humanos. “Cuando hice mi práctica, me di cuenta de que no era lo que yo quería hacer toda la vida. Mi liceo era PACE (Programa de Acceso a la Educación Superior), pero adscrito a la Universidad de Chile, así que no sabía nada de la UC. Completé el FUAS (Formulario Único de Acreditación Socioeconómica) por la insistencia de la asistente social y después di la PDT (Prueba de Transición Universitaria) con mi cédula de identidad y número de serie –ese que te dan cuando vence la cédula-, ambos vencidos”, cuenta la joven.
“Tenía mucho miedo cuando me matriculé, porque mis documentos no estaban vigentes. Pero me matriculé y no pasó nada”, recuerda entre risas. Y sin tener mayor información, “postulé a la UC porque un chico de PACE de la (Universidad de) Chile me dijo que tenía buen puntaje PACE, superior a la media del resto, y que probara postulando a la Universidad Católica. ¡Y quedé! Así llegué a esta universidad, sin saber mucho de ella. Cuando ingresé fue algo muy extraño, me preguntaba: ‘¿Qué hago acá?’”.
Red de Alumnos extranjeros: un espacio para todos y todas
El primer año en la UC para Kim fue difícil. Tuvo varios tutores que estuvieron siempre pendientes para apoyarla. Sin embargo, sentía que no lograba encajar. Así transcurrió el tiempo y, aunque en más de una oportunidad quiso abandonar la carrera, siempre hubo alguien, ya sea en la Escuela de Psicología o en la Dirección de Inclusión, quien le brindó una palabra de apoyo, ese soporte que le decía: “¡Tú puedes lograrlo!”.
“Cuando entré a la UC había espacios para todos, de lo que te imaginabas, siempre encontrarías un espacio para hacer eso que te gusta; pero me di cuenta de que no había nada para estudiantes extranjeros”, dice. Cuando comenzaba el segundo año de la carrera la invitaron a participar en un encuentro para estudiantes que se llamaba Migración UC, iniciativa que de a poco fue perdiendo impulso y que Kim buscó rescatar. Para eso, buscó ayuda en la Escuela de Psicología, donde la apoyaron con mucho entusiasmo. Entonces conoció a Asael Jalocha, estudiante de Ingeniería, de nacionalidad chilena, quien dejó el país a los 3 años e ingresó a la UC por un cupo para personas que realizaron la enseñanza media en el extranjero. “Ella se siente extranjera en su propio país, como nosotros”, asegura.
Fue entonces que se propuso sacar adelante esta iniciativa que buscaba convertirse en un espacio seguro y acogedor para estudiantes procedentes del exterior. “Pero tuvimos que cambiar el nombre, porque la gente suele asociar la palabra migración con algo negativo, ya que en los medios de comunicación se le asocia a la delincuencia o a la idea de que el migrante viene a quitar el trabajo a los chilenos. Entonces, nosotros queríamos que la gente vea en nosotros el lado bueno de la migración y para eso nos pusimos como objetivo sensibilizar a la comunidad en torno a este tema, ya que la migración enriquece a una comunidad”. Y así, luego de varias ideas, surge la Red de Alumnos/as Extranjeros/as (RAE), iniciativa estudiantil de la UC que hoy cuenta con más de 60 participantes, provenientes de diferentes partes del mundo.
En esta labor se encontraba cuando conoció a Paola Bastardo, también estudiante de tercer año de Psicología, proveniente de Venezuela y con quien entabló una gran amistad, convirtiéndose en su soporte en Chile, luego que su familia decidiera migrar nuevamente.
A través de esta organización estudiantil, Kimberly busca ayudar a otros que se encuentran pasando la misma situación que ella ha vivido. “Cuando entré a la UC, mi situación fue muy distinta a la de otros estudiantes extranjeros, porque yo no puedo mezclarme con el resto; incluso sin abrir la boca, todos notan que soy extranjera”, dice la joven refiriéndose a su color de piel. “Seguí con la RAE porque quería que otros estudiantes extranjeros encuentren aquí un lugar donde acudir y expresarse y no se sientan extranjeros en la universidad. Cuando yo estoy en la RAE no me siento diferente, aquí me siento bien”, dice.
Enraizar para florecer
Comenzaba el segundo año de la carrera, cuando Kimberly pensaba que había pasado lo más difícil, sin embargo, tuvo que enfrentar un nuevo desafío. Su madre había tomado la decisión de migrar otra vez, dejar Chile atrás para reunirse con familiares en Estados Unidos. “Yo quise quedarme porque me costó mucho aprender el idioma español y no quería pasar por lo mismo. Me da mucho miedo empezar todo de nuevo, así que ese fue un tema gigante para mí. Peleé para quedarme acá, porque mi mamá no quería dejarme sola”, cuenta.
Con el apoyo de Manuel, su tutor de PACE, y de la Dirección de la Escuela de Psicología, Kim logró acceder a una beca de residencia. Luego debió hablar con su mamá para que le permitiera quedarse y cumplir sus metas profesionales. “La beca de residencia se suele dar a estudiantes que vienen de otras regiones del país y que viajan a sus casas los fines de semana o en las vacaciones. Pero yo no tengo a nadie acá, no tengo dónde ir porque mi familia se fue y me quedé sola en Chile”, cuenta la joven, que hoy tiene este beneficio que le proporciona un lugar seguro donde vivir, todos los días del año.
Kim lleva dos años viviendo sola en Santiago de Chile, extrañando a su familia, pero feliz de saber que su esfuerzo tendrá una recompensa y pronto será una psicóloga de la UC. “Cuando comencé a vivir sola, al principio pensé: ‘¡Wow! Tendré más libertad, no tengo que pedir permiso para salir’, pero después me di cuenta de que debía valerme por mí misma, lavar mi ropa, cocinar, ordenar el cuarto y además estudiar”. Pero lo más difícil, asegura, es que “cuando llegaba a la casa, siempre estaban mis hermanitos y en la residencia no había nadie. Eso fue muy fuerte para mí”, dice con pesar.
Fue en la RAE donde Kim encontró su segundo hogar, un espacio donde no se siente diferente, donde puede ser ella misma y es acogida. “Esta red está abierta a toda la comunidad UC, sean estudiantes chilenos o extranjeros. Nos dimos cuenta de que los estudiantes extranjeros se reúnen con personas parecidas a ellos. Y eso lo entiendo perfectamente, porque no hay mejor manera de protegerte y sentirte bien y seguro que rodearse con personas similares, que han tenido las mismas experiencias. Pero uno de nuestros objetivos es promover la interacción”, explica la joven. Si bien coordinar la RAE le demanda mucho tiempo y esfuerzo, lo hace feliz, esperando contribuir para que la UC sea un espacio cada vez más amable con la comunidad extranjera, y hacer de la red estudiantil que lidera, un soporte para quienes están lejos de su tierra.
Texto: Ámbar Lillo, Comunicaciones Vicerrectoría Académica UC
Fotos: César Dellepiane / Kimberly Bourdeau