Investigadora responsable: Gloria Jiménez Moya.
Co-investigadores/as: Paula Luengo y Christian Berger.
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La desigualdad entre hombres y mujeres es uno de los problemas más relevantes de las sociedades actuales. Esta desigualdad tiene un origen psico-social y se perpetua a través de distintos procesos sociales. Desde la psicología social, uno de los conceptos más relevantes para comprender la perpetuación de la desigualdad son las normas sociales. Las normas hacen referencia a las actitudes y conductas que son validadas y aprobadas por un determinado grupo, y a las que no son aceptables y que son sancionadas. Es decir, las normas sociales dictan aquello que es correcto y valido, y aquello que no lo es (Miller y Prentice, 1996).
Existen normas para cualquier dimensión humana y social, y las personas están motivadas para seguirlas, sintiendo así que forman parte del grupo. En el ámbito de la desigualdad entre hombres y mujeres, existen también las normas de género. Estas normas establecen aquello que es válido y aceptado sobre cómo tienen que ser y comportarse hombres y mujeres. Las normas sociales de género se operacionalizan y expresan en actitudes y conductas concretas a través de distintos mecanismos. Dos de los mecanismos cruciales para entender cómo operan las normas de género en el día a día son los estereotipos de género y el sexismo.
Los estereotipos de género hacen referencia a las características que son asignadas a las personas, en función de su sexo. Así, se concibe que los hombres presentan rasgos agénticos, como la competitividad y la confianza en sí mismos, mientras que se define a las mujeres con rasgos comunales, como personas cuidadoras y sensibles (Ellemers, 2018). El sexismo, por su parte, es un tipo de prejuicio, que hace referencia a la evaluación que se hace de las personas en función de su sexo, asignando roles y mandatos diferenciados en función de esta categoría. Tanto los estereotipos como el sexismo -que como se ha mencionado son los mecanismos a través de los cuales se concretan y expresan las normas sociales de género- están muy presentes en la sociedad chilena actual (e.g., Azúa et al., 2019; Jiménez-Moya, Carvacho et al., 2022). Estas normas sociales son especialmente relevantes en la etapa adolescente, momento en el que las identidades se construyen, y en el que se es más sensible a seguir las normas que establece el grupo (ver Dijkstra y Gest, 2015).
En esta línea, un estudio reciente muestra que las normas sociales de los pares del colegio predicen las actitudes hacia la desigualdad de género de los y las adolescentes. Específicamente, cuando perciben que sus pares no apoyan los estereotipos de género, muestran una actitud más igualitaria (Jiménez- Moya, Contreras, et al., 2022). Por este motivo, el contexto escolar es un contexto en el que se puede perpetuar la desigualdad de género, pero que también es idóneo para promover normas sociales igualitarias que validen la igualdad entre hombres y mujeres. La pregunta clave es entonces, ¿cómo modificamos las normas sociales de género? ¿Cómo construimos nuevas normas que sean igualitarias?
A partir de la teoría social cognitiva (Bandura, 1997), argumentamos que una estrategia para cambiar las normas es el entrenamiento de la auto-eficacia. Es decir, la auto-eficacia -la percepción que tienen los individuos sobre su habilidad y eficacia para desarrollar con éxito una tarea- es un mecanismo para promover nuevas normas sociales. Así, si los y las adolescentes perciben que tienen la capacidad y eficacia para 1) detectar sus propios sesgos de género y 2) generar conductas alternativas libres de sesgos, se comportarán efectivamente de forma más igualitaria, generando así nuevas normas sociales de género.
El objetivo principal de este proyecto es comprobar experimentalmente la eficacia de una intervención escolar dirigida a adolescentes para generar normas sociales que promuevan la igualdad entre hombres y mujeres, a través del entrenamiento de la auto- eficacia. En concreto, se busca 1) analizar de forma comprensiva la concepción que los y las adolescentes tienen de las normas sociales de género y de su auto-eficacia y 2) aportar evidencia científica respecto de la eficacia de intervenciones educativas para promover la igualdad de género. Para la consecución de estos objetivos se seguirá una metodología cualitativa (estudio preliminar) y experimental (intervención).
Se espera encontrar evidencia de que, a través del entrenamiento de la auto-eficacia para detectar los sesgos sexistas y comportarse de forma igualitaria, los y las adolescentes pueden construir nuevas normas sociales más igualitarias. Estos resultados pueden informar a las políticas públicas pertinentes, así como al estudio de otras minorías y diversidades menos estudiadas hasta ahora (Barrientos, 2015). El estudio de las normas de género y el rol de la auto-eficacia en construir nuevas normas viene a cubrir un vacío en la psicología social chilena.