La iniciativa -que consistió en vincular a jóvenes estudiantes del Colegio Bicentenario Elvira Hurtado de Matte con un grupo de adultos mayores a través de una serie de cartas anónimas- fue ejecutada por el estudiante Simón Arteche en el marco de su práctica profesional. El sentir general de quienes participaron del proyecto habla de una experiencia significativa y emocionante que, dicen, debiera llegar a más personas.
Una jornada cargada de emoción fue la que vivieron los participantes del proyecto “Cartas para otro tiempo: carteo literario intergeneracional”, iniciativa llevada a cabo por el estudiante de la EPUC, Simón Arteche, que -entre octubre y noviembre de este año- permitió a estudiantes secundarios y adultos mayores conectarse emocionalmente en una experiencia tan significativa como esperanzadora.
El proyecto, desarrollado por la Unidad de Fomento Lector de la Biblioteca de Santiago, consistió en vincular a jóvenes estudiantes del Colegio Bicentenario Elvira Hurtado de Matte, de Quinta Normal, con adultos mayores de la comuna de Santiago a través de una serie de cartas anónimas, para luego encontrarse y conocer cara a cara a quienes estuvieron detrás de las distintas historias, reflexiones, consejos y enseñanzas que compartieron en las misivas.
Fue a través de una carta a la semana en la que los 40 participantes del programa -que conformaron 20 parejas- intercambiaron relatos sobre su vida, lo que esperan del futuro y las cosas que les importan, entre otros tópicos. Todo esto, sin entregar información de contacto ni proponer reuniones en un espacio físico hasta el cierre del programa.
La iniciativa, ejecutada por Simón Arteche en el marco de su práctica profesional en la Biblioteca de Santiago y orientada a promover el diálogo y encuentro intergeneracional, fue un éxito pese a las dificultades que enfrentó su ejecución y que, incluso, impidieron que se realizara en años previos.
“Desarrollarla tomó varios meses orientados, primero, a lograr una planificación en que la actividad hiciera sentido y fuese realizada; segundo, a involucrar y fidelizar instituciones que quisieran participar en la actividad; y, tercero, a solucionar dificultades y problemas que surgían durante la realización, en particular, el paro de funcionarios del Servicio Nacional de Patrimonio Cultural”, cuenta el estudiante de la EPUC.
Pero las adversidades no hicieron mella en la participación y la consecución de los objetivos del programa. “Las experiencias reportadas por estudiantes y funcionarios de las instituciones involucradas, y lo visto durante la implementación del proyecto han sido, en general, positivas”, enfatiza Simón Arteche.
“Al diseñar la actividad esperábamos lograr un espacio de reflexión y contacto intergeneracional en que grupos de personas distintos entre sí lograran encontrarse en experiencias comunes y compartirlas, lograr que los participantes evaluaran sus creencias sobre el otro grupo y extender las redes comunales de la biblioteca, poniéndola en contacto activo con un liceo y un centro de adulto mayor. Estos objetivos resultaron difíciles de evaluar a través de instrumentos, tanto por dificultades desde la implementación de las evaluaciones previas como por la naturaleza de los cambios buscados. Sin embargo, la experiencia comunicada por los participantes es, en general, positiva. Además, estos reportaron espontáneamente aprendizajes que nosotros esperábamos desarrollar en el programa”, sostiene el estudiante de psicología.
EXPERIENCIA SIGNIFICATIVA
Más allá de las evaluaciones formales a cargo de la Biblioteca de Santiago, el sentir de los participantes es el mismo: fue una experiencia significativa que produjo alegrías y generó conexiones profundas. “Escribirnos con una persona que no conocemos, ver en qué estapa está y contar nuestras vivencias fue muy emocionante. Me hizo recordar cómo había sido yo en la juventud. Me voy súper contenta, fue tal como lo había soñado, muy bonito. Una experiencia que hace bien a las personas, sobre todo a nosotros los adultos mayores”, relata Elisa Correa.
Martina Quiroz, par de Elisa, coincide: “Para mí fue como tener otra abuela, aunque no sea de sangre, porque soy muy de piel con los adultos mayores. Fue una bonita experiencia y me gustaría seguir en contacto con ella. Lo vamos a hacer. Estoy muy feliz con esta experiencia”.
Para Ismenia Amigo, transmitir su historia de vida a una joven 60 años menor fue tremendamente relevante dadas las enormes diferencias del mundo actual con el que vio en su niñez. “Ella ve el mundo de forma diferente, hoy todo es diferente”, asegura. “Fue interesante contarle a ella que a lo mejor no hice las cosas típicas de los jóvenes. Tenía muchas obligaciones. En ese sentido, no fue similar a lo que ella vive. Para mí fue una experiencia muy enriquecedora e inesperada”, agrega.
Su interlocutora, la estudiante Denisse Carrera, dice que participar del proyecto fue algo “muy hermoso”. “A través de las cartas me di cuenta de lo diferentes que pueden ser las vidas a la misma edad”, dice. “Conocerla en persona me pareció fantástico. Cuando recibí su carta fue muy emocionante porque pude ver que ella se fijo en cada detalle de las cosas que le conté”, relata.
Para Luisa Alosilla, iniciativas como éstas “nos hacen bien a todos”. “Estoy feliz. Cómo no voy a estar contenta de escuchar a un joven lleno de buenas ideas, con su espíritu limpio y con un alma hermosa”, sostiene luego de conversar con Matías Carvajal, quien valoró la oportunidad de dejar de lado el celular y volver a la comunicación a través de medios físicos. “A uno de tanto hablar por el celular se le olvida o se aburre. Esto de esperar la respuesta una semana lo hace más intrigante, te dan más ganas de responder, van pasando cosas que puedes contarle a la otra persona, entonces es bacán volver a escribir en papel”, finaliza.
Texto y fotos: Nicolás Pérez Lozano, Comunicaciones Psicología UC
Fecha: 11/12/23